martes, 9 de febrero de 2010

El muro románico y los contrafuertes

El muro románico




La forma de edificar un muro en época románica es herencia directa de los geniales arquitectos que fueron los constructores romanos. El tipo de técnica empleada es lo que se denomina "muro compuesto" o "emplectum" y consta de tres capas: un núcleo formado por ripios consolidados con mortero de cal y sendos acabados exteriores.










En las obras más antiguas, se emplean los sillarejos apenas desbastados, y en la etapa plena del románico, se utilizan bloques de piedra sillar bien escuadrados y ajustados en sus superficies vistas y de apoyo.
Hacia el interior del muro, la piedra no necesita ser tallada con cuidado. No se verá. Y su propia irregularidad en la profundidad de penetración en el núcleo aportará cohesión a ambas capas. Este es el fundamento de colocar sillarejos a tizón: al disponerlos de modo que su mayor longitud se hunda en el centro del muro, consolida y ata sus distintas fases.
Si la mezcla de mortero de cal es la adecuada y en consecuencia el núcleo del muro es sólido, es suficiente para rigidizar el mismo hasta el punto de que los acabados de piedra vista sean meramente decorativos. La demostración de esta idea son los edificios en que se han expoliado sus sillares para reutilizarlos ("la mejor cantera disponible es un edificio abandonado"). Permanecen en pie gracias a la rigidez del núcleo de sus muros.



En ocasiones, en el espesor del muro se dejaban maderos emparedados a modo de "durmientes" esperando que aumentaran la estabilidad del mismo y evitasen alabeos. El riesgo es que si la madera no era de suficiente calidad, al descomponerse lo que originaba era la debilidad de la obra.



Además de los acabados exteriores a base de sillarejos y sillares, también se utilizan mampuestos y ladrillo en sustitución de la piedra trabajada. Y en fases avanzadas de la época medieval, se llega a prescindir de las capas exteriores del muro, encofrando con planchas de madera sujetas por vástagos que dejan unos orificios regularmente distribuidos por la obra.










El muro románico es de gran espesor. Mas de un metro en los pequeños templos rurales que estamos acostumbrados a ver. En el constructor de esa época primaba la estabilidad de la obra sobre cualquier otra circunstancia. Y creaba muros de gran potencia, con escasos vanos por miedo a debilitarlos. Asía la luz al interior es escasa y crea ese efecto que estimamos consustancial al románico y que no es sino temor del operario a debilitar el muro.
Si la obra no se pensaba cerrar con una bóveda de piedra, el muro podía ser de menor espesor. Más si había de soportar los notables empujes de las cubiertas, todo era poco: amplio grosor, escasas ventanas, contrafuertes y la puerta al hastial de poniente, muro que no soporta empuje de la bóveda.
En las obras de notable altura, como las torres militares, a medida que ascendían rebajaban el espesor del muro. En parte para disminuir el peso total de la fábrica, y en parte para así con los retranqueos tener un punto de apoyo de las soleras de las distintas plantas.
Y en las torres-campanario, se aplica la misma idea, con el resultado de aumentar el numero y amplitud de vanos a medida que se gana altura. Arriba las cargas son escasas y abrir amplios vanos aligera la carga total que ha de soportal la base.



El arquetipo del muro románico, a tenor de lo visto, es el muro pesado, recio y con pocas aberturas por miedo a debilitarlo. Ese es el esquema inicial, que condiciona el aspecto interior. El crecimiento en altura de los templos se ve condicionado por la pesadez del muro, incapaz de soportar su propio empuje. Y además habrá de recibir las cargas de las bóvedas














CONTRAFUERTES



Los contrafuertes son un elemento que se utiliza desde muy antiguo en la construcción, y muy frecuentemente en los edificios medievales, especialmente en los períodos del románico y gótico, e incluso más tarde en el renacentista. Muchos de estos contrafuertes pueden verse en algunos de nuestros edificios más singulares a lo largo de toda nuestra geografía.
Colocados por el exterior de los muros de carga, a distancias iguales y coincidentes generalmente con los arcos formeros o principales de la cubierta, su función es la de reforzar esos tramos del muro donde los empujes horizontales son muy importantes; ya que las estructuras de las cubiertas
, tienden a abrirse empujando al muro hacia afuera.

La experiencia fue determinando que la solución al problema pasaba por reforzar el muro en esa línea, desde arriba hasta abajo, colocando allí una mayor masa para aguantar los empujes: los contrafuertes.
Generalmente se presentan en forma prismática, aunque a veces también toman la forma cilíndrica. En ocasiones van coronados por remates o pináculos, también de piedra, que sobresalen por encima del muro, con las características decorativas propias de cada época, y cuya función real es la de sumar más masa vertical a la del propio contrafuerte.





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